Gerardo es uno de mis mejores amigos. Una de las cosas destacables es que tiene un corazón de oro para ayudar. En los trabajos rurales que desarrollamos juntos, es siempre el primero en hacer contacto con la gente y no le tiene miedo al ridículo. Esta foto la tomé en una ocasión que visitamos a unos amigos en las cercanías de Quilimarí. El perro flaco, se llama Leo. Y el niño, Gustavo. Todos están dentro de una casa construída en adobe y que sirvió de cocina por muchos años a los residentes de la parcela, Cristian y Andrea, los padres del niño de la foto.
Con el tiempo dejaron de utilizarla pues hicieron una casa de material sólido, y finalmente la echaron abajo. Aunque era una habitación pobre, no dejaba de tener cierto encanto.